Casco histórico Ciudad Bolívar |
Realizando en el
2000 la investigación de “El mundo
virtual de Antonio Estévez” sobre la relación entre Antonio Estévez, Jesús
Soto y Carlos Raúl Villanueva, le pedí una entrevista a Jesús Soto, quien me la
concedió gentilmente, sin ninguna parsimonia ni espera.
En esa
conversación Soto entre muchas cosas de importancia mencionó a una señora, Mimina Rodríguez
Lezama, quien posiblemente sabría del paradero de las cintas musicales del
Museo de Arte Moderno “Jesús Rafael Soto”.
Al poco tiempo fui
para Ciudad Bolívar para contactarla y
entrevistarla sobre el asunto que me interesaba. Pregunté por ella en el museo,
averigüe que vivía en la zona colonial de la cuidad. Me enrumbé hacia el casco
histórico, cada paso era un camino hacia el pasado, preguntando llegué a la casa,
toque una gran puerta y me atendió un
señor, me llevó donde estaba ella.
Mi impresión de la
casa sigue siendo una imagen sepia. Mimina era una gran señora entrada en años,
cabellera blanca, con lentes, tez blanca
con pecas en sus manos, acostada en una hamaca grande color crema, rodeada de
libros apilados en el piso. Me dijo, con voz sobria: “Buenas tardes, yo
soy Mimina, poetisa, amiga de Soto, que desea”.
Me presente y
atendiendo al gesto que ella me hacia
con su mano me senté en una silla junto a la hamaca. Recuerdo que hacía mucho calor y la casa
estaba iluminada con una luz de sol de tres que entraba por una ventana alta.
Le expliqué el motivo de mi visita, las cintas del museo.
Me
habló sobre aquella época donde ella se rodeaba de artistas y de la vida
artística de Ciudad Bolívar. Que había gente con gran sensibilidad pero que
lamentablemente algunos sin este don se habían coleado. Uno de esos insensibles
se había montado en la dirección del Museo Soto perjudicándolo. Me contó que hacía tiempo había
rescatado un material que habían botado del museo, entre las cosas parecía
haber unos cartuchos que se utilizaban para musicalizar, las tenía guardadas en
un baúl junto a otras prendas del maestro Soto. Me alegré mucho ya que había
dado con lo que buscaba, pero la alegría me duró un instante al informarme que
a la única persona que le podría dar ese material era al mismo maestro Soto. Le
informo - con cierta angustia, ya que perdería el viaje si no obtenía las cinta
- la importancia del trabajo.
Ella
me sonrió y me preguntó si yo había conocido a Estévez, le respondí extrañado
que lo había visto alguna vez en el Conservatorio Juan José Landaeta pero yo
era un adolescente, no lo conocí en persona. Entonces me contó la siguiente anécdota:
“Estévez era una persona inquieta y
voluntariosa, había venido para acá
ponerle música al Museo. Soto me había dicho que lo atendiera, que era
un gran compositor. Ya yo lo sabía por la Cantata Criolla. No pude verlo
trabajar. El se encerraba e iba componiendo,
un día vino molesto porque el penetrable no lo dejaba trabajar, hacia mucho ruido. Entonces se le ocurrió
sujetarlo con teipe y tirro para que no
hiciera tanto ruido. Y así fue como pudo
terminar lo que vino hacer. El día que se iba lo acompañé al aeropuerto para
despedirlo, cuando estaba subiendo la
escalerilla del avión empiezo a gritar: ¡Mimina, Mimina! Suelta al sujeto que esta amarrado en el
museo, suelta al loco...”
Su reflexión de
los artistas y la anécdota le refería sobre
la capacidad que estos tienen para humanizar las cosas: llamar loco a un
penetrable y referirse al objeto como una persona. Nos reímos de esto.
Se hacía tarde y
tenía que irme le insistí sobre las cintas. La señora se ha puesto a llorar
porque había pasado un buen rato con los
recuerdos y me dijo: Me hubiera gustado
darte las cintas, pero le di mi palabra a Soto, no puedo. Te deseo toda la
suerte con tu trabajo.
Pude terminar el
trabajo aquí en Caracas averiguando en el Instituto de Fonología donde recuperé
las cintas. Ahora la recuerdo y no sé que habrá pasado con la vida de Mimina.
Le estoy agradecido porque me trajo una imagen desconocida de Estévez que hoy
comparto con ustedes y una solidaridad que casi ya no existe.
Daniel Atilano
PD. Este cuento fue publicado en el libro "No tengo prisa" en homenaje a Jesús Soto, publicado por Chuchito Sanoja en 2009. Chuchito me informó que Mimina
falleció en noviembre de 2006 a los 82 años en Ciudad Bolívar, su restos fueron velados en
la Casa de la Cultura Carlos Raúl Villanueva.
[http://talentovenezolano.blogspot.com/2006/11/mimina-rodrguez-lezama-mujer-paradigma.html]
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