miércoles, 13 de mayo de 2015

El cuatro: un encuentro necesario entre dos panoramas musicales de una misma ciudad.




Cuatrista en el balcón, Acuarela. D. Atilano
Hace un año mi hermana me regaló un disco Gualberto+C4, este disco evocó mi infancia y el camino que inicié en música gracias al cuatro.  
El recuerdo me llevó a  tercer grado cuando un amigo traía el cuatro al colegio y tocaba el “Polo Margariteño” muy sencillo y sin errores en el recreo. Él, sin proponérselo, hizo que obstinara a mi madre - “mamá un cuatro”, “mamá lo venden en Sabana Grande”, “mamá cuesta 25 bolívares”, “mamá...” - al fin mi madre me compró el cuatro un diciembre. Era sencillo, sin pulir, olía a cedro, tenía clavijas rústicas de madera y vino con  su respectivo manual de cuatro[1], esto era como una especie de combo para iniciarse en el instrumento.  
En aquellos días los programas de radio y televisión, como Joselo y Simón Díaz, y la telenovela "Esmeralda" utilizaban temas de música venezolana  como apertura y cierre de sus programas. Así  con el instrumento y mi oído, me ponía a sacar las canciones de la televisión y del manual.

Con canciones que ya no se escuchan como “Brisas del Zulia”, “Sombra en los Médanos”, “Rosario” y “Zumba que zumba”, comencé e incluso hasta animé algunas reuniones familiares. Un profesor de cuatro en el colegio, me enseñó y afianzó ritmos básicos como el vals, merengue caraqueño y joropo además de hacer un repertorio básico con esos ritmos.
En diciembre, los niños de la cuadra hacíamos un grupito de aguinaldos que dirigía una vecina, nos llevaba casa por casa para a cantarle a los nacimientos, en retribución  nos daban un aguinaldo: chocolates, bollitos de hallaca, dulces y refrescos. De esta manera sencilla se inició mi gusto por la música.
En casa se escuchaba mucha música, a mi mamá  le gustaba el bolero, el piano de Chopin y el canto, cuando se bañaba cantaba arias de ópera y zarzuela. Mi papá era aficionado al Calipso trinitario y a la música oriental. Mis hermanos mayores escuchaban música de los Beatles y rock de la década de los 60’s Y 70’s. Así, mi infancia estuvo llena de diversos géneros musicales. Sin embargo, mis preferencias estaban dirigidas hacia la música venezolana, sin duda debido al encuentro temprano con el cuatro que había tocado desde niño.
Recuerdo que en un viaje al oriente del país, al pasar por Carúpano, escuché por primera vez al Quinteto Contrapunto en el radio, cantaban “Playa Grande”. Quede impactado me pregunté cómo lograban que esas voces acompañadas de un solo cuatro podían describir el paisaje y sentimientos a través de estas melodías. A partir de entonces los discos de este grupo fueron escuchados en la casa hasta gastar la aguja del tocadiscos.

Más adelante apareció Gualberto con esa voz tan particular, limpia, clara, segura y afinada. Parecía que no cantaba sino que hablaba cantando, él cambió el gusto de la música en la radio caraqueña. Muchos escuchábamos a Gualberto con canciones como “Mariantonia”, “Presagio”, “La Carta” y muchas otras. Al mismo tiempo surgió Serenata Guayanesa cantando, a varias voces, el Calipso Guayanés. Muy pegajoso y contagioso,  acompañado con el cuatro de Hernán Gamboa.
Participé entonces en corales y en grupos musicales tocando el cuatro tratando de recrear eso que había escuchado alguna vez con el Quinteto Contrapunto. De este modo  descubrí a los compositores de la academia venezolana como Vicente Emilio Sojo, Lauro, Antonio Estévez y otros.
Mis hermanos en ese entonces  tocaban  y producían grupos de rock en la ciudad. En mi casa se llegó a escuchar de todo jazz, fusión, caribeña y el sonido electrónico de los sintetizadores, etc. La música venezolana de ese momento experimentaba con las nuevas propuestas de Aldemaro Romero con Onda Nueva, Vitas Brenner con Ofrenda y Gerry  Weil con la Banda Municipal. Estos experimentos eran  interesantes, gustaban mucho.

De este modo, los ritmos de mi infancia se fundieron y mezclaron con otros foráneos, de mayor aceptación juvenil en Caracas. Muchas opiniones aparecieron en torno a estas propuestas, algunos manifestaban  que la música venezolana le faltaba “turbo jet”, que necesitaba actualizarse con la nueva tecnología musical y ser más comercial. Otros que nuestra música se estaba internacionalizando, parecía obligada a vestirse con una  ropa que no le ajustaba.
Una propuesta acertada fue Luis Laguna con Venezuela 4. Este compositor logró conectar  armonías propias del jazz con ritmos venezolanos, se escuchaban con naturalidad, nada forzado. Melodías y armonías exquisitas como “Criollísima”, “Un Heladero con Clase”, "Serenata" gustaron mucho. Sin embargo, las letras de los temas eran bucólicas, rememoraban a una Caracas provinciana, que ya no se correspondían con la dinámica urbana actual.

Algunos intérpretes y compositores de música venezolana se quejaban por no tener promoción ni difusión con disqueras y la radio. Esta música era escuchada principalmente en reuniones familiares (parrilladas y fiestas en la intimidad familiar).  
El rock, el pop y la balada romántica eran géneros comerciales, masivos y difundidos, se escuchaban y  promocionaban en radio, televisión, conciertos y discotecas. Cuando apareció la Salsa lo hizo con contundencia y éxito, sobre todo en el ámbito popular, ocupó espacios radiales y se abrió paso en todos los ámbitos sociales.  De igual forma pero con menor intensidad ocurrió con el movimiento de rock en castellano que provenía de Argentina.
El grupo Un solo Pueblo, fue una propuesta renovadora. Recopilaban y tocaban música venezolana original, sobre todo el tambor de la región centro-costera. Fue un furor, sus discos se escuchaban en fiestas, reuniones, discotecas incluso grabaron una película y hasta fundaron un restaurante. La voz de Francisco Pacheco fue una referencia, como lo había logrado Gualberto en años anteriores. Esta música era folklore proyectado en su sentido más amplio, sus conciertos así lo demostraban con secciones de danza folclórica.

Juan Luis Guerra, músico y compositor que había renovado el merengue y la bachata dominicana. Tomó el Calipso Woman del Callao de Julio Delgado que había sido popularizado por Un solo Pueblo, logró un éxito que cautivó a España entrando así a Europa. Como dato curioso, este músico conocía y había cantado en su juventud, las piezas del Quinteto Contrapunto. Admiraba especialmente a Morella Muñoz.

Cantantes como Soledad Bravo, Cecilia Todd y Lilia Vera habían mostrado un canto contestatario con sabor venezolano en sus discos y conciertos que influiría al movimiento coral venezolano.
Este movimiento liderizado por el Orfeón de la Universidad Central de Venezuela había descubierto al gran Otilio Galíndez y su poesía cantada, canciones como “Ahora”, “Flor de Mayo”, “Pueblos Tristes”, “Mi Tripón”, “Caramba” fueron repertorio obligatorio de las corales venezolanas.
Las canciones de Otilio causaron el mismo impacto que años antes había causado el Quinteto Contrapunto. La sencillez de su música replanteó la canción venezolana. ¿Qué era lo más importante en sus  canciones? ¿La letra, la melodía, la armonía? Otilio enalteció la canción venezolana. Su música era local pero al mismo tiempo era universal, hablaba del campo, del invierno y la lluvia,  del río, de la vaca y el ordeño; sin embargo, lograba convertir esas experiencias provincianas en sensaciones que todos hemos vivido.
Muchos músicos, sobre todo de Jazz en Venezuela, han tomado sus piezas, intentando con arreglos una propuesta de música urbana, sin embargo, la simplicidad de Otilio se impone. Él es esencial.


La nueva música popular urbana venezolana

Algunos autores habían logrado renovar la música urbana en otros países. Piazzolla lo hizo con el tango en Argentina, a pesar del rechazo de muchos de sus coterráneos. Igualmente Jobim y Gilberto con el Bossa Nova en Brasil. Aquí lo haría Aldemaro con la Onda nueva igualmente que sus colegas contó con el rechazo de algunos. Estos compositores habían logrado incorporar música popular de sus países la vida urbana propia de las ciudades contemporáneas latinoamericanas  adaptándolas e identificándolas con la velocidad, el sentimiento citadino, las armonías modernas y los ritmos característicos de cada país.
Un aporte importante, en la década de 1980 lo hizo el Ensamble Gurrufío. Su propuesta se enlaza en línea con grupos instrumentales como el Cuarteto,  el Grupo Raíces y antes de estos el Cuarteto Caraquita. El Ensamble Gurrufío propuso con instrumentistas aventajados lo que ocurría en el jazz respecto al solista, es decir, todos improvisan, acompañan cada quien tiene un momento protagónico. Sobresale dentro del grupo el cuatro de Cheo Hurtado quien improvisaba amalgamando al grupo y dándole unidad e identidad, muy parecido a lo que había ocurrido con Hernán Gamboa y Serenata Guayanesa en la década de 1970. El cuatro se identificó como parte esencial en la música popular venezolana.

Simultáneamente, junto al Ensamble Gurrufío  aparecieron otros grupos y compositores como Aquiles Báez, Saúl Vera, Alonso Toro, el grupo Oncora y el grupo Maroa. Ellos buscaban expresarse de manera urbana con música venezolana con armonías complejas (séptimas, novenas y tensiones armónicas) e improvisación a la manera del jazz.
Así, el virtuosismo entre los ejecutantes empezó entonces a ser común entre estos grupos, pero la inclusión de batería, vientos maderas,  jugando con percusión afro - venezolana fue indispensable en estos nuevos arreglos de música venezolana urbana. Los ritmos como el merengue caraqueño, valses, joropos en todas sus formas, eran los preferidos.

La rapidez en la ejecución fue otra característica que tuvo mucho peso en las interpretaciones y composiciones. Una especie de gimnasia instrumental certificaba éxito, muchas personas lo admiraron y lo aceptaron como parte fundamental de la música urbana de raíz tradicional. Un alto nivel de ejecución y posibilidad de improvisación en música venezolana aseguraba que no cualquier músico podía incorporarse a este movimiento. El virtuosismo, aunque necesario para el desarrollo musical, algunas veces resultaba poco natural, incomodo e inútil.
Muchos joropos, valses y merengues híper-veloces, sonaban “enredados”.  Algunas propuestas  incorporaron a piezas sencillas arreglos complejos y densos con metales, saxos y la base tradicional de las grandes bandas. Se jugó con diversidad de texturas y formas. En muchos casos el cuatro fue eliminado por su sonido local pero no fue la tendencia general.
Una interesante propuesta y aporte para la música popular venezolana que incluyó al cuatro fue la iniciativa de Cheo Hurtado en 2004: la Siembra del Cuatro, que dio excelentes resultados. Como parte de esa cosecha podemos citar al grupo C4 Trío  cuyos integrantes participaron entre 2004 y 2005. Otro importante aporte fue la creación de la Movida Acústica Urbana (MAU), cuyo nacimiento oficial ocurre en el 2007,  pero ya venía gestándose mucho antes con el germen musical de la década de 1980.

Nuestra música popular se ha hecho urbana y es aquí donde quería llegar.

Los grupos surgidos de estas iniciativas junto a un nuevo espíritu juvenil que surgió en la década de los noventa y el 2000 lograron establecer en la ciudad de Caracas sitios de presentación fija  como el Discovery Bar,  presentaciones en  Corp Banca, Teatrex, Escena 8, además de presentaciones locales comerciales como Atlantique, La Guayaba Verde; Evio’s Pizza. Conciertos con invitados como Alfredo Naranjo, Miguel Delgado Estévez, Aquiles Báez, Eddy Marcano, Diego “El Negro” Álvarez, Huáscar Barradas y muchos nuevos valores.
Esta nueva propuesta musical recorrió entonces la nocturnidad caraqueña, se improvisa, juega, se junta con otros estilos, es juvenil y audaz. El grupo C4 Trío es prueba de ello.
Comparto algunas impresiones sobre una producción discográfica de este grupo. El disco Gualberto + C4 es el resultado de un proyecto que logró cristalizarse gracias a la fundación de una compañía de seguros. Tiene una duración 45 minutos, está excelentemente grabado y editado por el ingeniero Darío Peñalosa contiene 10 temas. 
Esta propuesta es el encuentro entre dos panoramas musicales en tiempos distintos de una misma ciudad a través de la música urbana venezolana, como superficies o planos que se superponen a manera de croquis arquitectónicos en el diseño de un edificio.
El primer plano lo constituye el recuerdo en la voz de Gualberto, su voz ya no es la misma de año 1975,  ¡es mejor! esta añejada. La palabra cantada de Gualberto tiene la vivencia de 40 años, es rasgada en algunas partes, nítida en otras, divertida, profunda,  pero sobre todo cargada de  experiencia. Recuerda al último Goyeneche.
El segundo plano está en el grupo de instrumentos, a mi parecer no es un grupo sino un solo instrumento, magistralmente ensamblado. La energía y el virtuosismo están muy bien administrados, estos acompañan y agregan un contexto de confidencias al cantante. Este plano se encuentra conformado por dos superficies el bajo eléctrico  de Rodner Padilla (asombroso por su ritmo, profundidad y elegante virtuosismo) y los tres cuatros (punteados, rasgados y charrasqueados con la incorporación de un brillante  cuatro de cuerdas de metal). El tercer plano son los arreglos, frescos, juveniles, cortes sorprendentes, tenutos, rubatos  y otras articulaciones excelentes. El cuarto plano es la escogencia y secuencia del repertorio, una pieza te lleva a la otra sin querer saltar el disco. Para mi gusto, la canción La Jota de mi Canto de Ibrahim Bracho es la pieza clímax del disco. Es sublime, dedicada al amor confidencial de letra exquisita. La voz de Gualberto aquí se crece y se hace íntima.

Este magnífico disco evocó mi infancia e iniciación a la música pude realizar esta síntesis del encuentro entre dos generaciones con distancia de cuarenta años que me  hace cuestionar y reflexionar sobre, la música venezolana, el cuatro y la ciudad ¿es este disco un cierre o un inicio? ¿Cómo perciben el cuatro y la música urbana venezolana nuestros niños y jóvenes en esta modernidad liquida?
Las nuevas propuestas han adaptado el cuatro a un gusto urbano nuevo, muchos músicos hacen “covers” o adaptaciones de piezas a través del cuatro. El público escucha, disfruta y consume estos productos. Basta ver “youtube”, “facebook” y redes digitales que son los nuevos espacios de comunicación juvenil y ver la infinidad de nuevos repertorios, ritmos, fusiones, giros melódicos y temas que proponen nuevos acercamientos a la música comercial. Esto siempre ha ocurrido, sin embargo, creo que ocurre ahora a mayor velocidad, facilidad y menor crítica.

El añejo manual de Delipiani dio paso a www.tucuatro.com clases en línea, la espora de venezolanos en otros países en estos tiempos que corren traen nuevos acercamientos y adaptaciones musicales que desconocemos en ciudades distintas a la nuestra. Me pregunto si nuestras tradicionales formas musicales venezolanas son representativas del gusto actual y del futuro caraqueño.

Daniel Atilano

 





[1] De Oscar Delipiani, creo que ha sido el manual más importante en la enseñanza del cuatro en Venezuela, al tercer día ya tocabas tu primera canción.  

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