Carlos,
el mayor de mis hermanos, tenía la costumbre de estudiar su guitarra en la
entrada de la casa, en el piso rojo debajo delbalcón. Cuando practicaba lo acompañaba “el negrito” un perrito “cacri”
que se echaba a su lado. En sus pausas tomaba una tacita de café negro, lentamente,
saboreando cada sorbo. Así, en las tardes cuando llegabas del colegio o del
fútbol te recibían los valses de Lauro, los estudios de Bach en la guitarra de
Carlos acompañado del perrito.
A veces
practicaba en la sala, el mismo repertorio y acompañado del perrito, pero el
contexto era distinto en la sala de mi casa estaban los cuadros de mi tío
Villaparedes, telas, pinturas y bocetos que había hecho en su periodo estudiantil.
Por
lo tanto, la pintura de mi tío me sonaba a vals venezolano.
Con los años, Carlos, que siempre componía, se dedico a
componer especialmente para la guitarra, valses, merengues, joropos,cancionestambién suites al estilo barroco. Hace poco publicó en
la red “El vals de Villaparedes”.
Fue inevitable al escuchar el vals recordar la casa, a
Carlos Enrique, su guitarra y al perrito.
Esa experiencia se funde en el recuerdo.
Que falta hace en estos momentos una tarde solaz después del fútbol.
Aquiles Nazoa empalmó en su poesía la experiencia de la generación de mis padres
con la mía a través de su visión Caracas. En su ingenio poético pudo interpretarun ser caraqueño que dio continuidad al siglo XX, tan moderno, tan
cambiante y, a su vez, tan provinciano.
Su obra se enlaza con otros artistas y lacotidianidad que retrató de una Caracas
que fue y que, sin quererlo, sigue
siendo. Reveron, Cabré, el tranvía, la Ciudad y su música, el centro de Caracas, la Universidad Central, ese modo de referirnos a las cosas.
Ana Teresa Torres en “Fervor por
Caracas”, acertadamente, ubica a Aquiles en la ciudad y la memoria, lo hace a través de la ventana caraqueña, como si se
asomara a través del tiempo.
El tono popular de su poesía muestra el
hablar y picardía propia e inconfundible de sus habitantes. A algunos les disgusta
esa manera de escribir, no se identifican con él, sin embargo, éstos también
están incluidos en su prosa.
Su autenticidad es tal que algunos
pretenden apropiarse de su vida y obra,intentando decir que pertenece a tal o cual lado. Sin embargo, es
Aquiles Nazoa, un patrimonio tan genuino como el cuatro, la arepa, el Ávila o la
Universidad Central. Nos pertenece a todos.
En estos tiempos de obligatoria
lectura quizás podríamos conectar a través de Aquiles con nuestro siglo pasado,
aún reciente, es entender un poco nuestra forma de ser desde suprosa popular. Podemos, así, descubrir una ciudad que fue y que aún es,
aunque a veces,como nos dice Héctor
Torres, muerde.
Aunque vivimos tiempos de cambios
profundos, de gran incertidumbre es importante conectar con lo que somos, pero…
¿Qué somos? Estamos obligados a descubrirnos ¿Qué valores nos guían? ¿Cómo
seguimos hacia delante? ¿Sobre cuál brújulabasamos el trazado de nuestra ruta? No nos queda otra que revisar
nuestro origen, redescubrir de dónde venimos, donde nos perdimos. Registrar aciertos y
desaciertos, encontrar las trazas de lo que somos para reiniciar el camino con
un rumbo basado en nuestras certezas y evidencias.
En este cambio de ciclo y de siglo muchos
maestros se han ido, en su vida y obra han dejado trazas, testimonios y
evidencias de la ruta podríamos seguir.Son maestros,es preciso ser sinceros y claros
para comenzar nuestro rencuentro con lo que somos.
En estos tiempos de diáspora,pandemia, educación a distancia es necesario
que tengamos referencias de nuestros creadores y artistas venezolanos sobre
todo los niños nacidos en este siglo. Creo necesario divulgar la obra de
Aquiles y colaborar en su difusión.
En tal sentido, deseo compartir, en
este sencillo homenaje el primer acto mi obra o sainete musical “Las Desventuras de Fausto”,
obra en tres actos cortos, adaptada para el medio digital.
Disponible en el disco Pequeña Historia, publicado en 2011.