Urdimbre. 2017
Acuarela y tinta sobre papel.
Sonido electroacústico, secuencia animada.
Hace
algunos años incursioné en la música electroacústica como medio de expresión,
recuerdo que había culminado la maestría en Musicología Latinoamericana con el
trabajo sobre la música electroacústica de Antonio Estévez titulada El Mundo Virtual de Antonio Estévez. La composición
electroacústica llamó mi atención.
La
música concreta y electroacústica no necesitan de notación musical, tal vez puedan requerir de algunos bosquejos o notas
generales, pero no de partituras. En esta música la obra es concebida y fijada
por el compositor en el formato de la cinta magnetofónica, es decir, la
composición e interpretación inciden en el medio sin necesidad de intermediación
una escritura musical. Esta técnica compositiva duró un tiempo breve, desde la década
de 1960 hasta finales de 1970. Algunos autores consideran esta investigación
musicológica como “arqueología de la contemporaneidad”, que, aunque abrió
nuevos caminos en la composición y amplió la vinculación de los campos
musicales, evolucionó rápidamente, al poco tiempo dejó de tener vigencia. Su
tecnología fue superada, hoy es considerada como tecnología musical obsoleta. Muchos compositores que utilizaron
esta manera de componer no podrán ser escuchados, su música reposa en cintas
hoy inaudibles.
Crear
y experimentar en este tipo de música me condujo a una interpretación visual.
Del resultado sonoro surgió una especie de boceto figurativo que manifestaba
con timidez en trazos que entrelazaban o se arrastraban a lo largo de segmentos
temporales. Esto lo realicé en acuarela y tinta. La pieza adquirió otra dimensión cuando logré
animarla en una secuencia de imágenes. Las
técnicas de captura y tratamiento de sonido la trabajé en un taller con el
músico Pedro Barbosa, en 2007.
Esta
pieza acompañó mis investigaciones en la relación entre música y arquitectura. Fue
finalizada en 2017, hoy la publico porque se lo debía.
Daniel Atilano
Dic. 2019
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