domingo, 14 de enero de 2018

Trópico de piano


Trópico de piano: vals (1991) / Comp. Daniel Atilano / Piano: Marianella Arocha

Aprender a escribir es un proceso que toma mucho tiempo, por lo menos en mi caso. Hay personas que tienen un talento para ello. Recuerdo una niña que escribió su primer cuento en quinto o sexto grado. Imaginen ustedes que reciben de una niña, un pequeño escrito con letra infantil, con una portadita negra pegada con teipe adornada con unas estrellitas  y en letras doradas titulada “Estrellita, la hija menor del sol”. Pensé “esto es una ternura”, lo empecé a leer teniendo a la ternura infantil como expectativa. Finalizando la primera página del breve cuento no podía creer lo que estaba leyendo ¿cómo podía una niñita escribir de esa manera? al terminar la miré sorprendido y con incredulidad le pregunté ¿Tu escribiste esto? me respondió con inocencia –si, ¿por qué?- yo cuestioné, en ese instante,  toda mi educación y descubrí que el talento existe.

Un proceso que tomó tiempo escribir fue la música.

La música había despertado en mí a temprana edad, a través del cuatro. Aunque en mi casa se escuchaba todo tipo música a toda hora, los estudios musicales comenzamos a formalizarlos en la adolescencia. Aprender a leer, solfear y escribir la música siendo adolescente fue un proceso mucho más lento, me debatía entre jugar futbol, voleibol, el colegio, practicar solfeo y estudiar violín.  Tocar el cuatro de oído y cantar en cierto modo era fácil, leer y escribir música no, significaba un esfuerzo. Así, creciendo canté en corales y participé con el cuatro en grupos de música tradicional, poco a poco la música fue tomando forma y conciencia en este proceso.

En la escuela de música pude, finalmente, escribir los sonidos musicales. En las clases de composición me encontré con el enfrentamiento faustiano entre modernidad y la tradición. Componer un  vals en el piano me conectaba con mi formación tradicional, me resultaba natural. Descubrir la atonalidad y la música serial significó un esfuerzo y un reto. Un tema particular fue conciliar los ritmos regulares de la música tradicional con los irregulares de la música atonal, una explicación sencilla para entender este concepto sería juntar agua y aceite. Sin embargo, esto se convirtió en centro de mi  interés  en música académica. Así  surgió el Tríptico de piano con el vals como primer movimiento. La excelente pianista Marianella Arocha interpretó de manera impecable lo que había escrito para el piano.

Tiempo después, una cálida tarde de domingo caraqueño departiendo con unos amigos poetas les mostré las piezas y les di el modelo de cuadernillo del disco que pensaba editar, mostraba el nombre de la pieza. En consenso de poetas me recomendaron de modo unánime, “llámalo Trópico de piano”.

Fue escrita en 1991. Esta también fue una grata sorpresa.

Daniel Atilano

jueves, 11 de enero de 2018

El Malmandao'


Ensamble Cuerdas Pulsadas del Táchira - El Malmandao

Era  habitual en las oficinas caraqueñas  encontrarse con el office boy  o mensajero. Solía ser el primer oficio con el que un joven bachiller se iniciaba en el mundo laboral. Generalmente, era recomendado por algún pariente o amigo, poco a poco escalaba dentro de  la estructura gerencial hasta llegar a cargos directivos.  Aquiles Nazoa, por ejemplo,   comentaba en su biografía que había comenzado a los 15 años como office boy  del diario El Universal pasando posteriormente por todos los oficios del diario hasta llegar a corresponsal iniciando así su carrera de periodista y escritor.
Recuerdo que cuando comencé como dibujante en una oficina de arquitectura uno de los personajes más interesante era justamente el office boy. Su contacto con la ciudad era diario  informaba lo que ocurría en la calle, sobre la temporada de beisbol, lotería, ofertas, depósitos bancarios y el café chucherías de los compañero. La jerga de motorizados y vendedores de perros calientes de la ciudad era el lenguaje de su dominio. Cuando las secretarias o la muchachas se molestaban con él decía, “calmatizate mi amor”.
Un día no vino a trabajar y me tocó a mí comprar las chucherías en el quiosco de la calle, confiando en mi memoria escuché todos los pedidos, chocolate de varios tipo, pepitos, maní, tostón, café, etc. todos especificaron las marcas de su preferencia. Al llegar al quiosco se me olvidaron todos los detalles de cada quien, pedí de manera genérica las chucherías al llegar a la oficina con lo solicitado una de las muchachas me miró de arriba abajo y me dijo: “tu si eres malmandao’”. La palabra originó la pieza que lleva ese nombre.
Fue compuesta para el grupo Entrance y en la escuela de música se la enseñé a unos amigos. Edwin Arellano le hizo un arreglo, fue interpretada por los “Sinverguenzas en su primer disco y con la Estudiantina de Mérida.
Después de tantos años  me encontré con el Malmandao’ en las redes interpretada por unos jóvenes del  Ensamble Cuerdas Pulsadas del Táchira.
¡Qué grata sorpresa!
Gracias.

Daniel Atilano