Trópico de piano: vals (1991) / Comp. Daniel Atilano / Piano: Marianella Arocha
Aprender
a escribir es un proceso que toma mucho tiempo, por lo menos en mi caso. Hay
personas que tienen un talento para ello. Recuerdo una niña que escribió su
primer cuento en quinto o sexto grado. Imaginen ustedes que reciben de una
niña, un pequeño escrito con letra infantil, con una portadita negra pegada con
teipe adornada con unas
estrellitas y en letras doradas titulada
“Estrellita, la hija menor del sol”. Pensé “esto es una ternura”, lo empecé a
leer teniendo a la ternura infantil como expectativa. Finalizando la primera
página del breve cuento no podía creer lo que estaba leyendo ¿cómo podía una
niñita escribir de esa manera? al terminar la miré sorprendido y con
incredulidad le pregunté ¿Tu escribiste esto? me respondió con inocencia –si,
¿por qué?- yo cuestioné, en ese instante, toda mi educación y descubrí que el talento
existe.
Un
proceso que tomó tiempo escribir fue la música.
La música había despertado en mí a temprana
edad, a través del cuatro. Aunque en mi casa se escuchaba todo tipo música a
toda hora, los estudios musicales comenzamos a formalizarlos en la
adolescencia. Aprender a leer, solfear y escribir la música siendo adolescente
fue un proceso mucho más lento, me debatía entre jugar futbol, voleibol, el
colegio, practicar solfeo y estudiar violín. Tocar el cuatro de oído y cantar en cierto
modo era fácil, leer y escribir música no, significaba un esfuerzo. Así,
creciendo canté en corales y participé con el cuatro en grupos de música tradicional,
poco a poco la música fue tomando forma y conciencia en este proceso.
En
la escuela de música pude, finalmente, escribir los sonidos musicales. En las
clases de composición me encontré con el enfrentamiento faustiano entre
modernidad y la tradición. Componer un vals
en el piano me conectaba con mi formación tradicional, me resultaba natural. Descubrir
la atonalidad y la música serial significó un esfuerzo y un reto. Un tema
particular fue conciliar los ritmos regulares de la música tradicional con los
irregulares de la música atonal, una explicación sencilla para entender este
concepto sería juntar agua y aceite. Sin embargo, esto se convirtió en centro
de mi interés en música académica. Así surgió el Tríptico
de piano con el vals como primer movimiento. La excelente pianista
Marianella Arocha interpretó de manera impecable lo que había escrito para el
piano.
Tiempo
después, una cálida tarde de domingo caraqueño departiendo con unos amigos
poetas les mostré las piezas y les di el modelo de cuadernillo del disco que pensaba
editar, mostraba el nombre de la pieza. En consenso de poetas me recomendaron de
modo unánime, “llámalo Trópico de piano”.
Fue
escrita en 1991. Esta también fue una grata sorpresa.
Daniel Atilano