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Hernán Gamboa (1946 -2016) fue una de las
figuras musicales venezolanas más importantes de los dos últimos siglos y, sin
embargo, su muerte se vio significativamente opacada por la de David Bowie, un
músico genial por todos los costados pero con el no compartimos ni origen ni
querencia, a diferencia de Hernán que cambió nuestra música para siempre.
Sin
fotos artísticas en Instagram, ni lluvia de canciones bañando los murales de
Facebook, el fundador de Serenata Guayanesa partió dejando un legado invaluable
para cada uno de los venezolanos, desde La Vida Bóheme, pasando por Dudamel
hasta para ti, amigo lector, que te cantaron ‘La Pulga y el Piojo’ de niño y
que probablemente estés recordando ahora.
Junto a Fredy Reyna, Hernán tuvo una gran
influencia en los músicos y cuatristas de la década de 1970 porque introdujo una modificación en la forma de tocar el instrumento que
cambió su sonido para siempre; este
gran aporte fue la técnica que él llamó y popularizó como “rasgapunteo”, una combinación
de las técnicas cuatrísticas del charrasqueo y punteo con afinación
tradicional -cambur pintón- que
trabajó desde muy joven.
Esta
influencia se reconoce hoy en día como una herencia que llega a nosotros a
través de Cheo Hurtado, su alumno, y de C4 Trío, quienes se caracterizan por el
uso de su técnica, arreglos y ejecución en el cuatro venezolano a un nivel de
excelencia extraordinario reconocido incluso por los virtuosos de Dream
Theater.
Otro
aporte de Hernán Gamboa fue el haber fundado el grupo Serenata Guayanesa, junto
a sus amigos Mauricio Castro y los hermanos Pérez Rossi. Allí participó como
primer cuatrista, arreglista y cantante entre el 1970 y 1977, proyectando el
cuatro como instrumento solista y acompañante del grupo vocal. Sin embargo, fue
su primer disco solista, “El cuatro en Venezuela”, que lo catapultó al
reconocimiento del público venezolano en 1976.
Hernán
Gamboa fue, además profesor de biología y química, graduado en el Pedagógico de
Caracas, profesión que ejerció por más de veintiséis años. En 1992 se muda a
Estados Unidos buscando un diagnóstico y tratamiento para su hijo quien sufrió
y murió de distrofia muscular; allí se residenció en la ciudad de Miami donde
fue Agregado Cultural del Consulado de Venezuela designado por el presidente
Rafael Caldera hasta que en el 2010 se muda a Buenos Aires, donde
continúo su actividad artística y vida familiar.
Su esposa fallece en agosto del 2015 y, tal
vez como consecuencia, el propio Hernán parte el 10 de enero de este año.
Pidió como último deseo que sus restos
fueran llevados a Venezuela, su tierra y la nuestra, que en pleno llanto por la
partida de Ziggy Stardust, parece no haberse dado cuenta que ella misma perdió
una de las estrellas más brillantes e importantes para su música; si hubiera
acaso un ejercicio necesario que hacer en estos días de incertidumbre, es
reflexionar sobre lo que significa la palabra “nuestra”, abrazándola y
empezándola a conocer para que, en paralelo, nos entendamos y reconozcamos como
venezolanos.
Disfrutemos de “El norte es una quimera” de Luís Fragachán en el cuatro
de Hernán Gamboa para
recordarlo y celebrarlo.
Daniel Atilano, musicólogo y Doctor en arquitectura.